CUANDO CUCA BAILABA
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¿Quién fue Cuca, la que bailaba?
Va a ser difícil encontrar quién pueda dar una respuesta, pues parece que, aunque todo el mundo la conoce a través de la acuñada expresión, nadie sabe dar referencia concreta de ella. Sólo sabemos que se movió (¡Y cómo se movía!) en el ambiente típico dominicano de principios del siglo XX en que tomó fama como bailarina, bailadora o fiestera.
Lo cierto del caso es que Cuca se dio a conocer por ser cadenciosa bailadora, y su fama ha llegado hasta nuestros días. Bailaba bien. Ella es parte de la cultura dominicana. La expresión que la recuerda: “Cuando Cuca bailaba”, se hace más significativa a medida que pasa el tiempo.
Y es precisamente en este sentido que Cuca parece haber hecho un gran aporte a quienes les gusta comparar lo antiguo con lo nuevo, lo pasado con lo moderno. Pero, ¿No merecería Cuca ser reivindicada y limpiada de la tacha peyorativa de antigüedad que tiene?
Afirmar que algo es de “Cuando Cuca bailaba” es calificarlo de anticuado y retrógrado, fuera del contexto de la postmodernidad en que se mueve el mundo contemporáneo y en el que todos quieren insertarse, para bailar con el avance y desarrollo.
Muchos de los valores importantes para el desarrollo integral de la sociedad son también encajetados en los tiempos de “Cuando Cuca bailaba”, enviados al baúl de los recuerdos. Parece que la gente se ha contagiado de una especie de picazón colectiva, de alergia a los valores, y quiere salir de ellos para montarse supuestamente en el tren de la modernidad.
Esta picazón antivalores se ha globalizado y no hay lugar en que aparezca una pomada que la calme. Un país sigue al otro y se crea una especie de competencia que provoca la acción aniquiladora de los valores en quienes no quieren, según ellos, quedarse atrás en el tiempo.
Esa rasquiña destructora impide que la gente piense y analice qué es qué; la salida es rascarse en cualquier árbol, aunque esté lleno de espinas y sea origen de dolor colectivo. Los mismos medios de comunicación social, sus productores y conductores, se asocian muchas veces a esta tendencia, con la estupidez y complacencia más escalofriante.
Parece, entonces, que de “Cuando Cuca bailaba” es el respeto a los bienes privados y públicos. Las leyes que controlan la corrupción son consideradas un estorbo que hay que superar, y que todo el que pueda meter la mano está moralmente autorizado para hacerlo.
De “Cuando Cuca bailaba” es el matrimonio serio y organizado, entre un hombre y una mujer, como proyecto de vida que exige sacrificio y compromiso. Lo “moderno” es hacer de la sexualidad un pasatiempo, una diversión, un artículo de comercio, que se puede comprar en los distintos negocios montados para esos fines, tanto a nivel heterosexual como homosexual.
De acuerdo a este criterio de “avanzada”, a los niños, niñas y adolescentes hay que irlos introduciendo en ese mundo del sexo chatarra, enseñándolos y ayudándolos a abastecerse y usar preservativos, e incluso a recurrir al aborto, cuando fuera necesario. La penalización del aborto y la condena social a esta práctica es también algo de “Cuando Cuca bailaba.”
Por eso la última versión de la Constitución de la República Dominicana que, en su artículo 37, defiende la inviolabilidad de la vida y, por tanto, rechaza el aborto, es también algo de los tiempos de esa famosa bailarina.
De “Cuando Cuca bailaba” es la familia, su indispensable misión educativa para la armonía y desarrollo social, su papel como maestra que enseña lo más importante de la vida, que es el amor.
Es evidente que está prohibido, dentro de ciertos círculos ideológicos sociales, pensar con la propia cabeza, hacer un juicio de valor sobre las cosas e incluso recoger del pasado los valores que lamentablemente se han ido perdiendo.
Se podría evocar en este contexto el juego tradicional “Al sun sun de la calavera, al que mira p´atrás le doy una pela”. Las calificaciones de anticuados, retrógrados, subdesarrollados mentales, y así por el estilo, con que se enjuicia la postura de quienes piensan que la vida debe tener un referente de valores, no son más que una especie de pela de lengua contra quienes pretenden que la sociedad se quede en los tiempos de “Cuando Cuca bailaba.”.
Lo peor del caso es que, de acuerdo a este criterio de “postmodernidad avanzada y científica”, la aliada principal de esa postura anticuada es la religión. Se asume así ciegamente el juicio de Marx, que afirmaba que la religión es el opio de los pueblos, que adormece, sirve de tranquilizante y frena el avance de la sociedad. Por eso a la religión, a la Iglesia, hay que atacarla y rechazar su pretendido derecho a hacer presencia social, con voz y voto.
La conclusión lógica es la creación de un estado “laico”, no entendido como participativo e integrador de todas las expresiones de fe, respetuoso de los valores, sino en el que hasta el nombre de Dios estorba y se lo considera también como algo de “Cuando Cuca bailaba.”
¿Se podría por este camino llegar al atrevimiento de afirmar que el lema de la República Dominicana, “Dios, Patria y Libertad”, es también algo de “Cuando Cuca bailaba”? Espere el próximo capítulo de la novela.
Y ahora, Cuca, ¿quién podrá defendernos?
Bueno, querida Cuca, la cosa está apretada, color de hormiga, y no se sabe en qué parará. Se me ocurre que tal vez tú podrías ayudarnos, dándonos unas cuantas clasecitas de baile, a ver si tomamos el ritmo y nos acompasamos en lo que se refiere a los valores.
Tú bailabas con las características propias de una buena bailarina. Porque para bailar bien hay que llevar el ritmo correcto, tener disciplina corporal, acoplarse al arte musical. Bailar bien es un arte.
El mundo está bailando en una forma alocada. Ha perdido el ritmo y la armonía. Así esta fiesta puede terminar mal, pues el baile de la vida exige disciplina y orden. Hoy, más que nunca, se evidencia que hay que aprender a bailar bien la danza de la vida. Sólo así es posible lograr la felicidad, personal y social.
Claro que sí, Cuca, ya lo sé que lo principal es enderezar la cabeza, fortalecer el corazón y tener unos pulmones a prueba de contaminación ambiental.
Para bailar, como tú, hace falta poner la cabeza en la posición correcta: enderezar las ideas, aprender a razonar, no dejarse llevar por los vientos que soplan alocadamente, mirar bien el ambiente para no chocar y caerse.
Comprendo también, Cuca, que un buen baile exige un corazón fuerte, lleno de amor a la vida, de respeto a los demás, entrega solidaria y fraterna a las causas nobles que favorecen el Bien Común. Sin un corazón lleno de amor es imposible bailar al ritmo de los nuevos tiempos, asumiendo todo lo positivo del presente y alimentándose con los valores eternos del pasado.
Gracias, Cuca, por recordarnos también que para bailar correctamente hay que tener buenos pulmones. No hace falta que me lo digas; sé que los pulmones simbolizan la fe, que permite respirar el aire no contaminado de la presencia de Dios en la vida, sin el cual todo se derrumba y se vuelve un tollo, un disparate.
Sin Dios no hay modernidad ni desarrollo posible. Más todavía, es El quien conduce la historia. La grandeza e inteligencia humana son obra suya.
Ha llegado el momento de reivindicarte, Cuca, y de aprender de ti a bailar bien. Es tiempo de crear las condiciones para que en el baile de la vida se integre en forma armoniosa lo nuevo con lo antiguo, asumiendo lo bueno del pasado y emprendiendo un camino hacia un futuro iluminado por un horizonte de valores.
Sin pretender paralizarse en el pasado y con la mayor apertura a todos los avances realmente científicos, ojalá que muchos de los referentes de vida social de la actualidad y la misma concepción de la vida tuviesen las características positivas y armonía rítmica de “Cuando Cuca bailaba.”
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