Abramos el ropero y busquemos el mejor de los vestidos. Parece raro, pero la santidad se vistió de alegría.

Estamos acostumbrados a ver la santidad con el vestido de la tristeza y el rostro torcido. Esto es muy extraño y poco atractivo para quienes no queremos quedarnos estancados en el Calvario del Viernes Santo y hemos optado por dar el paso hacia el Domingo de Pascua.

Nuestra vida es Pascua y deseamos tomar del ropero el más hermoso de los vestidos, el de la verdadera alegría. Queremos retratarnos con el traje de la alegría y de la fiesta. Nuestro mejor selfie, el autorretrato más auténtico y hermoso, es el que refleja nuestra santidad.

Pero, ¿En qué consiste la santidad? Tal vez no sea una definición teológicamente depurada, pero: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”, respondería Don Bosco. Y así se lo enseñó a sus muchachos.

La pedagogía  de Don Bosco ha bajado la santidad de la altura difícilmente alcanzable, para colocarla al nivel de niños, adolescentes jóvenes. El le ha dado a la santidad un color más humano y menos austero, poniéndole el vestido de la alegría. En esta escuela de la alegría se santificaron jovencitos como Domingo Savio y Laura Vicuña.

“Un santo triste es un triste santo”, afirmaba San Francisco de Sales, del cual Don Bosco aprendió que la alegría es camino a la santidad. Por esa misma razón Don Bosco decía: “Tristeza y melancolía fuera de la casa mía.”

El se sentía profundamente preocupado cuando veía a un joven triste, taciturno, arrinconado y perdido en sus propios pensamientos. Consideraba que estaba enfermo, del alma o del cuerpo.

El ambiente pedagógico de las obras de Don Bosco incluye, por eso, música, teatro,  deporte, caminatas, campamentos y las más variadas actividades juveniles. Siempre con la intención de vivir en alegría: "Corran, Salten, Griten, Jueguen... pero no ofendan a Dios", decía él.

El mundo que nos rodea abre también cada día el ropero, buscando un vestido que lo haga lucir y sentir bien. Al fin de cuentas busca la alegría, pero la divorcia de la santidad. Por eso hace ruido ensordecedor, bebe alcohol hasta más no poder, usa droga, compra y vende sexo, busca fama, poder, dinero, y emprende tantas otras iniciativas en las que se deja engañar por la apariencia.

Los vestidos del mundo son confeccionados por los mejores modistos y, quien más y quien menos, de acuerdo a sus posibilidades, quiere vestir lo mejor posible. Hasta concursos de moda y de belleza se organizan, en los que parece que la alegría llega a su máxima expresión.

Pero ¡Qué va! Mucha espuma y poco chocolate. Todo es pura apariencia.

La alegría y la santidad van de la mano. Por eso, para ponernos el vestido de la alegría, es necesario iniciar una vida nueva, enraizada en el amor de Dios, que se expresa en bondad solidaria a los demás, especialmente a los marginados sociales.

El servicio solidario a los más débiles: hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, encarcelados, despreciados de la sociedad, es fuente de alegría profunda y camino de santidad. Así nos lo testimonió Jesús.

Se comprende de esta manera, mucho mejor, el saludo tan usual en la familia franciscana: “Paz y Bien” y la otra persona responde: “Santa alegría”. En efecto, no es cualquier alegría la que es expresión de santidad: es la santa alegría.

Además de la espiritualidad de San Francisco de Sales, Don Bosco siguió el llamado a la sencillez y pobreza de que dio testimonio Francisco de Asís; su santa alegría, fruto de un amor intenso al Señor. Los dos Francisco dejaron hondas huellas en el corazón de Don Bosco y lo llevaron a hacer de la santa alegría el camino hacia la santidad.

Hay que recordar que Don Bosco se sintió atraído por el estilo de vida franciscano y que incluso quiso seguirlo cuando se trató de hacer una opción vocacional en la Iglesia. Pero fue disuadido por su confesor, quien veía otra orientación para el futuro Padre y Maestro de la Juventud, sin que por eso abandonase el estilo sencillo y la santa alegría que tiene sus raíces en el evangelio de Jesús.

La santa alegría es la que procede de un corazón solidario, lleno de paz y de armonía espiritual, porque sigue las buenas inspiraciones y porque busca a Dios con sinceridad. Es santa alegría porque nace de un alma que busca el bien y evita el mal; así de sencillo.

Al celebrar en este año el bicentenario del nacimiento de Don Bosco, queremos con él hacer consistir la santidad en estar siempre alegres en el Señor.

En el ropero del mundo hay muchos vestidos; el más hermoso es el de la verdadera alegría, el de la santidad.

Este vestido cuesta poco y vale mucho. Es un regalo de Dios a quienes han abandonado el camino de la maldad y han hecho del amor el sentido de su vida.


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