Luis Rosario
En no pocas ocasiones, la sociedad me ha obligado a hacer cosas con las que no estoy de acuerdo. ¿Qué nombre puede dársele a este comportamiento? ¿Incoherencia? ¿Debilidad? ¿Miedo al qué dirán? ¿Cobardía? Llamémoslo como queramos, pero hay hechos que reciben el aplauso complacido de todos y que en mi interior me causan pena, asombro, rechazo, compasión y sentimientos de misericordia.
Tengo la sensación de que no estoy solo cuando adopto esta actitud. Creo que a muchas personas les pasa igual, y por las mismas razones de presión social, deben aceptar, como bueno y válido, lo que les merece un juicio diferente.Image result for No me gusta la historia
Confieso que NO ME GUSTA LA HISTORIA. ¿Por qué? Pienso que está escrita al revés.
La historia que nos han hecho estudiar y cuyos acontecimientos y fechas hemos tenido que aprender de memoria, despierta en mí, más que sentido de orgullo, sentimientos de tristeza, por la incapacidad humana de llegar a acuerdos, de sentarse a buscar una solución razonable y pacífica entre pueblos, que están habitados por gente de la misma estructura humana. No me gusta la historia porque está llena de muertos en forma violenta.
La historia universal y nacional, recopila batallas, guerras, confrontaciones, escaramuzas engañosas, rapiñas, violaciones a la dignidad y al derecho a la vida.
Y hasta las propias derrotas son disfrazadas para darles el carácter engañoso de victoria.
No me gusta la historia, porque está saturada de grandes fracasos y abusos, exaltados al nivel de triunfos.
La historia canta un aleluya a la muerte, no a la resurrección; a la cruz y no a la vida.
Si tuviera que reescribir la historia, comenzaría reivindicando el trabajo humilde, pero heroico de los chineros, “vendecañas”, plataneros, “frieros” que pasan el día bajo la brasa del sol; que abandonan sus ranchos antes del amanecer y se recogen en sus chozas cuando ya el asfalto ha dejado el calor de la plancha.
Escribiría las luchas de tantas familias humildes que, día a día, van entretejiendo anécdotas preñadas de fidelidad, buena vecindad, solidaridad y amor.
Exaltaría la figura de empleados y funcionarios honestos que, a pesar de las estrecheces, rechazan soborno, corrupción y venta de su dignidad.
Recogería del zafacón de los poderosos, las heroicas hazañas de los humildes. Y con todo lo que para la mayoría es un bagazo insignificante, digno de lástima, recrearía nuevamente la historia, la que me gusta y me convence.  
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